lunes, 22 de noviembre de 2010

Kafka en la orilla, Tragedia onírica

Ya, terminé la reseña, me gusta, pero me falta. No hay forma que quede conforme.

Haruki Murakami
“Kafka en la orilla”
Editorial Tusquets, Año 2009, Buenos Aires.
714 páginas.

Tragedia Onírica

Kafka en la Orilla es la séptima novela del escritor Japonés, Haruki Murakami, traducida al español. Es a la vez, parecida y también completamente distinta a las anteriores. Llena de metáforas y personajes extraños, Murakami incorpora a su relato el elemento onírico como en ninguna otra. El lector debe aceptar esa invitación a lo maravilloso, o morir en el intento.

Emulando la tragedia de Edipo Rey, Kafka Tamura huye de su casa intentando escapar de una profecía, esta vez pronunciada por su padre. Al igual que en la tragedia griega, huir de ese destino solamente servirá para que este lo alcance tarde o temprano, el acercamiento de lo inevitable se percibe a lo largo de toda la novela, es como esperar que estalle una tormenta lejana que avanza a una velocidad incierta. La relación con su padre -un famoso y ausente escultor- no se puede definir como mala, es simplemente inexistente, y la ausencia de la madre y hermana, alimenta el deseo de Kakfa por huir de su casa. Él busca huir de su profético destino, pero también lo busca incesantemente. Así es como el día de su quinceavo cumpleaños, Tamura deja la casa paterna para trasladarse al sur del país, en donde comienza a trabajar y alojarse en una biblioteca. En este lugar conoce a un joven andrógino y a una mujer que podría ser su madre, ausente por tantos años de su vida. En paralelo, se cuenta la historia de Satoru Nakata, un anciano que en su niñez sufrió un accidente que lo dejó sin memoria, con escaso razonamiento y con una baja capacidad de comunicarse con el resto de los seres humanos. A cambio de esto, Nakata puede hablar con los gatos, fue un intercambio equivalente que mantiene el balance del universo, tema que Murakami trata en más de una novela, incluyendo esta. Ambas historias están destinadas a entrelazarse, y por muy imposible que esto parezca en un principio, se sabe -otra vez- que es inevitable.

La historia se cuenta a través de la óptica de Kafka Tamura, de los diálogos que mantiene con su conciencia como si fuera un personaje más, y también mediante de ese observador pasivo que vigila a Nakata durante el viaje en que persigue, sin saberlo, a Kafka en la orilla del mar.
Tal vez la cantidad de páginas es excedida, y Murakami explica gran parte de su novela en el primer capítulo –al igual que en Tokio Blues, Norwegian Wood-, en un par de párrafos narrados por la conciencia de Kafka Tamura, si no se lee con atención pasará desapercibido hasta una segunda lectura.

>>A veces, el destino se parece a una pequeña tempestad de arena que cambia de dirección sin cesar. Tú cambias de rumbo intentando evitarla. Y entonces la tormenta también cambia de dirección, siguiéndote a ti. Tú vuelves a cambiar de rumbo. Y la tormenta vuelve a cambiar de dirección, como antes. Y esto se repite una y otra vez. Como una danza macabra con la Muerte antes del amanecer(…)<<

Esta temprana explicación no implica el aburrimiento en las siguientes páginas, ya que el encanto de Kafka en la orilla no reside en esta trama de tragedia griega reinventada, sino que en la forma de narrarla, en la delicadeza, la brutalidad, los lugares, dialogos y los detalles, en ese ambiente oriental místico que se desprende de cada página, siempre mezclado con ese toque occidental que adquirió el autor al mezclar ambos mundos. Se puede contar cien veces la misma historia, pero ninguna será igual a la otra, la gracia reside en contarla de una forma nueva. Y este libro lo consigue.

El autor se encarga de dejar en claro su propia cultura por medio de los personajes, la novela está llena de referencias a distintos autores, libros, música de varios tipos, y un lenguaje lleno de reflexiones y metáforas. Los personajes de Kafka en la orilla son todos extraños en alguna forma, algunos más otros menos. Son en esencia, un montón de seres solitarios, desde Kafka hasta Hoshino, el compañero del anciano Nakata. Todos buscan encontrarse a si mismos, encontrar algo más allá, aprender algo más. Buscan significados, resolver misterios, que por sobre todo, son los misterios de sus propias vidas. Todos buscan lo mismo menos Nakata, el anciano simplemente vive, y se deja llevar por motivos inexplicables hacia la corriente que arrastra su destino. Este último es, sin duda, el que más llama la atención. Su peculiar habilidad que le permite hablar con los gatos y su forma de vivir recuerdan a un niño. Nakata es como un niño muy crecido que jamás llegó a madurar, su mente se mantiene vacía de influencias exteriores que no llegan a tocarlo hasta que se desencadena el crudo y revelador suceso que lo une al destino de Kafka.

En esta novela, Murakami agrega un surrealismo que no está presente de la misma forma en el resto de sus novelas, se acerca al realismo mágico, pero ese genero no alcanza a definir lo que es Kafka en la Orillla. Si se busca encontrar una novela ligera o una explicación a cada hecho que ocurre a lo largo de las páginas, no será posible, ya que no son los hechos en concreto lo que interesa, sino lo que estos representan. No se puede disfrutar una novela si no se acepta el mundo que le autor propone, el cual le pertenece por completo y en el que puede actuar de a cuerdo a su voluntad. Uno debe leerlo como un invitado dispuesto a sumergirse en la mente del autor. La crítica siempre debe existir, pero esa que confronta el mundo propuesto debe desaparecer.

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